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lunes, 13 de mayo de 2019

EEUU: perspectivas para 2020. Por Sebastián Royo


Sebastián Royo / Universidad de Suffolk

¿Cuáles son las perspectivas de Trump en EEUU para los dos próximos años y sobre las elecciones de 2020?

El contexto político, económica y de política exterior

Tras las elecciones de noviembre vivimos en EEUU un momento de espera y de transición. Lo más positivo es: el crecimiento de la economía, que anualizada crece por encima del 4%; los niveles récord en la reducción del desempleo (la Reserva Federal estima que el desempleo caerá al 3,5% en el 2019); y el crecimiento de los salarios, de la bolsa y del empleo en la industria y la construcción. Además, la tarta se está repartiendo un poquito mejor, ya que los salarios para los menos cualificados también suben (en algunos estados hasta un 15% en los dos últimos años, alcanzando los 14 dólares/hora). El impacto positivo de la bajada de impuestos de 2 billones de dólares se ha hecho notar en el consumo.

Pero también hay riesgos en el horizonte. Desde el punto de vista político, la mayor incertidumbre es relativa al informe final de Mueller, que pudiese incluir elementos que permitieran un posible proceso de destitución (impeachment) del presidente Trump. Al mismo tiempo, cabe esperar una intensificación del conflicto con los Demócratas, con un Congreso dividido, con la Cámara Baja dominada por los Demócratas y el Senado por los Republicanos. Desde el punto de vista económico, las mayores preocupaciones son una posible guerra comercial con China, el impacto del Brexit, la desaceleración en el mercado inmobiliario y la creciente volatilidad de los mercados.

Hay que resaltar también que en un país que históricamente se ha caracterizado por el optimismo hay un creciente miedo al futuro. El temor al impacto de la robotización y de la Inteligencia Artificial en el empleo ocupan espacio creciente en los medios. Además, la brecha generacional se está profundizando: los jóvenes norteamericanos sufren bajos salarios, subempleo y mayores niveles de endeudamiento; un reciente graduado tiene créditos equivalentes al 75% de su salario anual, comparado con un 30% en 1990. Las encuestas muestran que esta es la primera generación que piensa que va a vivir peor que sus padres.

Desde el punto de vista político caben esperar más tensiones entre el Congreso y la Casa Blanca. Serán dos años de más disfunciones en el sistema político de EEUU, y es probable que el país se divida aún más, que haya más polarización y más parálisis (gridlock), ya que un Congreso dividido hará más difícil que progresen iniciativas legislativas y que cada vez sean más nacionalistas y miren más hacia dentro.

Los Demócratas están eufóricos tras su victoria en noviembre, pero no hay muchas razones para el triunfalismo. Por un lado, es cierto que ganaron por 8 puntos en el voto popular, que consiguieron el control de la Cámara Baja con una victoria histórica y que han conseguido aumentar la diversidad: por vez primera, más de 100 congresistas son mujeres, dos de ellas musulmanas, y muchos de ellos millennials (y que el Partido Republicano sigue siendo casi todo blanco). También han logrado que nuevos votantes fueran a las urnas, y ganaron en estados clave como Michigan y Wisconsin. Pero, al mismo tiempo, hay que resaltar que no hay razones para la complacencia: los Republicanos siguen teniendo mayoría en el Senado (y aumentaron el número de senadores Republicanos); los Demócratas no consiguieron casi victorias en el sur (perdieron Florida y Georgia); y no ganaron Ohio ni Texas (estados clave en la elección presidencial). Las elecciones han confirmado que la América rural sigue apoyando a Trump, y que los votantes de Trump le siguen siendo fiel. En definitiva, el país sigue tan dividido geográficamente como en 2016. Por último, recordar que históricamente hay poca correlación entre los resultados de una elección a mitad de mandato presidencial y una elección presidencial (Clinton, Bush y Obama las perdieron y fueron reelegidos como presidentes).

Las consecuencias de la victoria Demócrata y el control de la Cámara Baja serán notables: ahora tienen el control de los comités, y el poder de citación en investigaciones que cambiarán la balanza de poder sobre Trump. Pero hay un riesgo grande de que puedan ir demasiado lejos (no hay más que recordar el ejemplo de Newt Gingrich y Clinton en los 90: Gingrich se obsesionó con el impeachment y al final los votantes se cansaron y reeligieron a Clinton). Los Demócratas necesitan encontrar el equilibrio entre el ejercicio de control sobre la Casa Blanca y Trump, y al mismo tiempo asegurarse de que avanzan iniciativas constructivas para solucionar los problemas de los ciudadanos (como infraestructuras, el aumento del salario mínimo y la mejora del Obamacare), no sólo en expulsar a Trump de la Casa Blanca. Incluso si esas iniciativas son derrotadas en el Senado, les proporcionaría a los Demócratas una plataforma de economía populista con la que ir a las elecciones de 2020. Una estrategia de tierra quemada contra Trump les puede pasar factura en 2020.

En el exterior Trump está implementando una política proteccionista, nacionalista y conservadora por todo el mundo, y se ha producido una erosión del papel de EEUU como “policía global”. Al mismo tiempo hay que reconocer que hay una cierta continuidad con Obama en relación a Europa, pero hay una hostilidad ideológica hacia la UE y su proyecto de unión. Trump es muy crítico del superávit comercial de la UE con EEUU de 100 billones de dólares y del bajo gasto en defensa, y tiene una visión de la UE como ejemplo de globalismo que limita la soberanía nacional.

Hay puntos de encuentro con muchos Demócratas sobre Irán y China, y cada vez hay más sospechas y hostilidad hacia China por parte de tanto Republicanos como Demócratas. Pero el apoyo a las alianzas se ha convertido en otra línea divisoria entre los dos partidos: de acuerdo con una encuesta del Pew Research Center, sólo un 36% de los Republicanos piensa que EEUU debe de tener en cuenta los intereses de sus aliados si esto significa que hay que llegar a compromisos, mientras que entre los Demócratas un 74% piensan que es importante.

Trump sigue apoyando a líderes y gobiernos nacionalistas y conservadores radicales de otros países como Brasil, Italia, Hungría, Polonia, la India, Arabia Saudí e Israel. Y su Administración es mucho más vocal en su apoyo a Israel: rechazó el acuerdo nuclear con Irán y lleva a cabo una política mucho más agresiva y punitiva con dicho país, y tomó la decisión de trasladar la embajada de EEUU a Jerusalén. Pero no ha sido capaz de cambiar las dinámicas del conflicto entre israelíes y palestinos. Además, EEUU está fortaleciendo el apoyo estratégico a la India para confrontar a China, incluyendo la decisión de renombrar el Comando del Pacífico como el Comando Indo-Pacífico. Rusia sigue siendo una fuente de tensiones entre la Casa Blanca y el Congreso, pero han seguido las sanciones económicas, y hay una amenaza de salir del Tratado de Armas Nucleares Intermedias (INF, en sus siglas en inglés). En Asia hay tensiones con Japón por el proteccionismo (fuera del Acuerdo de Asociación Transpacífico), pero acuerdo en seguir con la mano dura con China. Y Latinoamérica sigue siendo casi invisible.

Por último, resaltar que un Congreso dividido hará más difícil que progresen iniciativas de política exterior como tratados o acuerdos comerciales (incluyendo el nuevo NAFTA). En cualquier caso, Trump es escéptico sobre estos acuerdos porque son manifestaciones del globalismo y la pérdida de soberanía, y no son una prioridad. Es probable que haya más proteccionismo, más nacionalismo y que se mire más hacia dentro. En relación al Brexit, el proteccionismo de EEUU hace poco probable un acuerdo de libre comercio.

En definitiva, en los dos próximos años cabe esperar más confusión e inconsistencias. Pero hay que enfatizar que algunos de estos cambios pueden ser estructurales y que no son sólo de Trump. Hay elementos de las políticas de Trump que van a perdurar, como el aumento del proteccionismo, más nacionalismo, una mayor confrontación con China –marcada por iniciativas para contrarrestar su poder creciente–, así como continuidad en relación a Europa y Oriente Medio. Y hay que recordar que hay cierto seguidismo con lo que hacía Obama, que ya se comprometió a priorizar lo doméstico y la reconstrucción del país, era crítico sobre el poco gasto en defensa de sus aliados en la OTAN, jugó un papel reducido en Siria y dejó un poco de lado Oriente Medio (pues la influencia de EEUU en esa parte del mundo sigue disminuyendo). Lo que estamos viendo en EEUU desde hace años es que hay un agotamiento por una parte significativa de los ciudadanos sobre las responsabilidades (y gastos) exteriores. Esto se intensificó con la crisis de 2008. El lenguaje puede ser distinto pero el fondo de las políticas no es tan diferente, y es muy probable que no cambien con independencia de quién esté en la Casa Blanca.

Elecciones presidenciales

En relación a las próximas elecciones presidenciales de 2020, no debe haber duda de que la reelección de Trump es posible: la economía sigue creciendo y eso es su punto fuerte, y todavía tiene un apoyo muy sólido entre sus bases. Además, no debemos minimizar una vez más el talento político de Trump, pues su personalidad abrasiva, tácticas provocadoras y dominio de los medios han calado entre millones de estadounidenses.

Pero dos años son un mundo en política: la situación económica puede empeorar (el impacto de la bajada de impuestos será menor a partir de este año), puede haber conflictos internacionales, las tensiones comerciales y geoestratégicas con China se pueden intensificar, seguimos pendientes del informe de Mueller, la inflación es un riesgo por las subidas arancelarias, el bajo desempleo y el consumo, y sigue su conflicto con la Fed por las subidas de intereses.

¿Qué cabe esperar en las elecciones presidenciales?

Por un lado, serán las primarias Demócratas más abiertas en décadas, y probablemente las que tengan un mayor número de candidatos (¡más de 30 lo están considerando!). Hay una profunda división en el partido sobre quién debe ser el candidato: ¿moderado o progresista?, ¿nuevo o con mucha experiencia? (alguien nuevo, como Obama en 2008, tiene menos votos que defender), ¿hombre o mujer?, ¿minoría?

También hay una gran división sobre la táctica más efectiva para enfrentarse a Trump. ¿Será mejor meterse en el fango con Trump, o mantenerse al margen de las provocaciones y hablar sobre el futuro? (piénsese en la famosa frase de Michelle Obama: “Cuando ellos golpean bajo, nosotros vamos alto”). Es cierto que millones de estadounidenses están agotados del cinismo y de la agresividad y que están desesperados por una política más limpia y positiva, que rompa con las divisiones y la polarización y que permita superar las líneas partidistas. Hay cada vez una preocupación mayor sobre la pérdida de civismo. Todo esto abre las puertas para el surgir de una figura unificadora que se aproveche del agotamiento por la estrategia de conflicto permanente de Trump. Pero, al mismo tiempo, hay que ser realistas y aceptar que para ganar la Casa Blanca, primero hay que ganar las primarias, y los votantes de las primarias tienden a ser más radicales y progresistas. Por ello será necesario mezclar una estrategia de confrontación con un mensaje esperanzador.

Pese a que la popularidad de Trump está en los niveles del 40%, lo que le hace vulnerable, el reto será mayúsculo porque el Partido Demócrata está muy dividido entre los moderados y los más progresistas. Muchos de los candidatos que se están postulando provienen de estados azules y no entienden al votante de Trump, y eso supone un riesgo. Y será clave movilizar a los jóvenes, las mujeres y las minorías. Los Demócratas presentaron un número récord de candidatas a las recientes elecciones legislativas y esa fue una de las claves de su éxito, sobre todo porque las mujeres constituyen la mayoría del electorado, mientras que el impacto en gran parte del país del #MeToo movement ha contribuido a movilizar al electorado femenino. La movilización será clave y una prioridad para los Demócratas debe ser restaurar el voto para millones de estadounidenses que han tenido dificultades o no han podido votar en la última elección (un ejemplo es el reciente referéndum en Florida, que va a permitir votar a 1,2 millones que tienen antecedentes penales).

La lista de posibles candidatos es cada vez mayor e incluye a nuevos y viejos conocidos: Michael Bloomberg, que no necesita recaudar fondos, Joe Biden, Beto O’Rourke, Elizabeth Warren, Corey Booker, senador por New Jersey, Hillary Clinton, Kirsten Gillibrand, senadora por Nueva York, Andrew Gillum, alcalde de Tallahassee, Kamala Harris, senadora por California, John Kerry, Eric Holder, Bernie Sanders, Amy Klobuchar, senadora por Minnesota.

Pero es muy importante recordar que todavía es muy pronto. Cuando Obama o Clinton fueron elegidos nadie pensaba en ellos a estas alturas del ciclo electoral. Seguro que salen candidatos nuevos.

¿Qué Demócrata podría ganar?

Los Demócratas necesitan a alguien que tenga un gran talento en los detalles (una de las debilidades de Trump) y que al mismo tiempo tenga la predisposición para atacar. Trump se considera el mejor contraatacante político que hay, y el candidato Demócrata necesitará estar preparado para confrontarle a cada paso. El candidato Demócrata necesitará también un gran dominio de los medios y ser capaz de presentar su historia y su programa de una forma original e ilusionante. Nuevos estudios prueban que los anuncios tradicionales ya no son tan efectivos (uno de los más innovadores y exitosos, ilusionando y movilizando al electorado pese a perder la reciente elección al senado en Texas, fue el de Beto O’Rourke con el live streaming).

Además, el candidato Demócrata tiene que aceptar que no hay límites que Trump no esté dispuesto a traspasar para ganar (el último ejemplo fue el plan que anunció en las elecciones de noviembre de quitar la ciudadanía a los hijos de inmigrantes irregulares que nazcan en EEUU), y tiene que estar dispuesto a contratacar. Al mismo tiempo, tiene que comunicarse de una forma efectiva y a la vez decir cosas nuevas, y tener la capacidad de dictar los términos de la conversación en vez de estar constantemente respondiendo y reaccionado a lo que haga Trump.

Las últimas elecciones también deben de servir para recordar al candidato Demócrata que no debe ser condescendiente ni insultar a los votantes de Trump (no todos son irracionales, ignorantes y racistas). Al contrario, debe tratar de ganárselos con propuestas que respondan a sus preocupaciones y problemas. Tiene que recordar que muchos se sienten “extranjeros en su propia tierra” y que apoyan a Trump porque lo ven como alguien de fuera del sistema (un outsider) que está dando una patada a los políticos tradicionales y a la clase dirigente (el establishment). Es por ello que alguien que no tenga un largo historial en política y que venga de fuera de Washington (gobernador, alcalde o persona del mundo de los negocios) pueda quitarle a Trump el manto de outsider que tanto le benefició en 2016.

Por último, para derrotar a Trump, el candidato Demócrata tiene que aprender de él y adoptar mucho de lo que le hace tener éxito entre sus votantes. Trump es franco, directo, consistente y muy disciplinado (pese a que a veces parezca lo contrario). Dice lo mismo que decía en la campaña y hace lo que prometió que iba a hacer (algo que pocos esperaban). El candidato Demócrata tendrá que ser también disciplinado, directo y consistente. Además, Trump proyecta una imagen de fortaleza y constancia que le hace atractivo a los votantes en un momento de miedo e incertidumbre. El candidato Demócrata tiene que proyectar la misma fortaleza y constancia. Es lo que los votantes buscan. Por último, para ganar tendrá que pasar más tiempo con propuestas que solucionen problemas de los ciudadanos que defendiendo la victoria en votos de Hillary Clinton, acusando a los rusos o insultando a Trump y a sus votantes.

¿Cuáles serán los temas clave?

El programa de salud de Obama será uno de los temas estrella de la campaña, ya que el gasto de bolsillo en salud aumentó un 8,5% el pasado año, cuatro veces más que la inflación. Otros temas serán los impuestos a los ricos, la inmigración y las políticas de identidad. Pero la economía seguirá siendo el gran caballo de batalla. Por un lado, la línea divisoria entre los trabajadores blancos de cuello azul que votan Republicano y los educados en universidades que votan Demócrata seguirá siendo muy relevante, ya que dos tercios de los trabajos mejores pagados requieren al menos dos años de universidad. Nuevos estudios muestran que el apoyo a los Demócratas se concentra en zonas que están a unos 20 minutos de los supermercados orgánicos (y caros) de Amazon Whole Foods, mientras que Trump consiguió un 76% de sus votos en condados en los que hay un Cracker Barrel. La pregunta clave en las elecciones presidenciales con un incumbente es si uno está mejor que hace cuatro años. Pienso que la economía ofrecerá una oportunidad a los Demócratas porque cada vez la brecha entre la retórica de Trump de apoyar a los desfavorecidos y las consecuencias de sus políticas serán más evidentes en los próximos dos años. Ya hay encuestas que muestran que la bajada de impuestos no le ayudó en las recientes elecciones.

Conclusiones

Las próximas elecciones serán una oportunidad para los Demócratas, pero también un reto. No será fácil derrotar a Trump. Su victoria en 2016 se basó en una mezcla de populismo económico y cultural. En las recientes elecciones de noviembre la base de su discurso ha sido el populismo cultural y, en particular, la inmigración. Hay que reconocer que pese a que a muchos no les guste, el comportamiento de Trump es aceptado por millones de votantes. Demonizarlo y centrar el mensaje en sacarlo de la Casa Blanca a cualquier precio no va a rendir mucho más electoralmente. Para conseguir la victoria, los Demócratas deben demostrar que las políticas económicas de Trump no han ayudado a la mayoría de sus votantes, que no ha cumplido sus promesas y que hay una gran brecha entre su retórica y sus prioridades y sus acciones. Y, lo más importante, deben de ofrecer un nuevo plan económico que solucione los problemas de los votantes en las amplias zonas del país en las que se sienten abandonados. Trump se centrará en movilizar a esos votantes, que le son fieles.

La mayoría de los estadounidenses apoyan políticas que mejoran su calidad de vida y, por ello, los Demócratas harán bien en concentrarse en propuestas que disminuyan las divisiones y aumenten el consenso. Por último, tienen que recordar que el Colegio Electoral sigue vigente. No vale sólo ganar el voto popular.

Los próximos dos años serán apasionantes. Si creemos que los dos últimos años fueron difíciles, no hemos visto nada todavía.


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