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martes, 21 de mayo de 2019

Las encuestas dicen que Biden y Sanders son los contendores de Trump


Los conocedores concuerdan en describir esta como una de las campañas electorales con más precandidatos presidenciales demócratas. Más de 160 demócratas han inscrito ante la Comisión Federal Electoral su nombre a las presidenciales y se logran destacar, por la experiencia, el reconocimiento y el dinero para desarrollar una contienda nacional, al menos 20 aspirantes para la primaria demócrata.

Elecciones EE.UU Blog

Los últimos sondeos de opinión reflejan que los dos aspirantes que han participado anteriormente en contiendas nacionales como los son el ex vice presidente Joe Biden y el senador Bernie Sanders, están en la cima de las preferencias electorales.

Biden, quien lidera todas las encuestas, duplica en los sondeos a Sanders, y es por ahora el más claro contendiente del presidente Donald Trump en la elección presidencial del 2020.

La última encuesta consultada en mayo (The Opinion Rechearch, 8 de mayo, Florida) le da a Biden un cómodo 39% de las preferencias, superando a Bernie Sanders (16%) y a Elizabeth Warren (5%). Y así lo indican todas las encuestas previas como la de Monmouth University (del 2 al 7 de mayo) que le endosa a Biden un 36%, le sigue Sanders con el 18% y Warren con un 8%.

A finales de abril la encuesta nacional de Morning Consult (29 de mayo) ubicaba a la cabeza a Biden con un sólido 40%, seguido por Sanders (19%) y Warren como tercera opción con un 8%. En la misma semana culminó Quinnipac University su encuesta en la que igualmente aparecen Joe Biden (38%), Bernie Sanders (11%) y Elizabeth Warren (12%) en el orden de las preferencias del electorado.

Los expertos señalan que el actual apoyo del electorado demócrata ciertos candidatos podría cambiar tras los primeros debates a desarrollarse los días 26 y 27 de junio.

Las recaudaciones hablan de preferencias

Según Elaine Kamarck, experta en procesos de primarias en Estados Unidos, los reportes de recaudación son un indicativo importante al mostrar que hay votantes tomando acciones concretas para apoyar a uno u otro candidato.

El inicio de la carrera por la candidatura demócrata se ha caracterizado por el aporte de grandes cantidades de dinero de pequeños contribuyentes a múltiples candidatos. Se trata de un gran número de seguidores que aportan menos de 200 dólares. Hay que agregar que la presencia de un gran número de pequeños contribuyentes (en vez de pocos contribuyentes con altos aportes) supone una cantidad importante de probable seguidores y votantes fieles a ciertas candidaturas.

El total recaudado por los candidatos hasta el 30 de marzo demuestra un claro apoyo de los contribuyentes al senador Bernie Sanders quien supera a Elizabeth Warren, su más cercana competidora, seguidos por Kamala Harris en total recaudado y pequeños donantes. Mientras que Joe Biden no aparece reflejado porque lanzó su candidatura en fecha posterior.

Hasta el 30 de marzo, Sanders encabeza las estadísticas de recaudado con 20.700.446 dólares, seguido de Warren (US$ 16.482.752) y Harris (US$ 13.243.550), pero la más contundente ventaja de Sanders aparece reflejada en el número de pequeños donantes, en el que el veterano senador cuenta hasta esa fecha con 15.282.029 de contribuyentes, mientras que Kamala Harris le seguía con 4.420.828, superando a Warren quien había recibió contribuciones de 4.229.724 personas.

Es temprano para determinar quién será el nominado por el Partido Demócrata. Los candidatos enfrentarán su primera gran prueba en los debates de junio, tras lo cual algunos podrían empezar a retirarse de la contienda. Las elecciones de las primarias arrancan el 3 de febrero en Iowa.


CONSULTE AQUI las últimas encuestas de las Elecciones Presidenciales EE.UU. 2016
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lunes, 13 de mayo de 2019

Candidatos demócratas a la presidencia de EE.UU en 2020


Hasta la fecha, los candidatos demócratas a la presidencia de Estados Unidos para este 2020 conforman el grupo más grande y diverso, este incluye varios afroamericanos, muchas mujeres, homosexuales y latinos.

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Como muchos esperaban, el ex vicepresidente estadounidense Joe Biden anunció su candidatura a la Casa Blanca, a la cabeza de las intenciones de voto en la aún temprana campaña por la investidura demócrata.

El actual grupo de aspirantes demócratas a la Casa Blanca es el más grande y diverso que haya habido en ese partido.

Incluye a senadoras, a ex gobernadores y gobernadores en funciones; a afroestadounidenses, hispanos, un joven alcalde gay; y probablemente esta lista crezca antes de la temporada de primarias el año que entra.

La convención demócrata se inaugurará el 13 de julio de 2020, en Milwaukee, Wisconsin.

Aquí, los contendientes más importantes del partido:

Joe Biden

El moderado ex senador y antigua mano derecha de Barack Obama esperó meses antes de unirse, a los 76 años, al nutrido grupo en competencia.

Con una gran reputación, una carrera de más de 45 años en política y una sólida simpatía entre la base demócrata, parte en buena posición.

Pero la campaña es larga, e incluso antes de su lanzamiento oficial su candidatura se vio empañada luego de que varias mujeres lo acusaron de conducta inapropiada. Sin disculparse, prometió prestar más atención al futuro.

Biden es candidato presidencial por tercera vez y ya es favorito por los Demócratas

Bernie Sanders

El senador independiente, que se describe a sí mismo como un "socialista", sorprendió en una electrizante primaria demócrata de 2016 contra Hillary Clinton con un programa marcadamente más a la izquierda. Finalmente perdió ante la ex secretaria de Estado, pero a sus 77 años espera poder llevar a cabo su "revolución política", ahora que sus ideas han sido retomadas por muchos otros demócratas.

Sanders entra en la carrera para desalojar en 2020 a Donald Trump, a quien define como “el presidente más peligroso de la historia estadounidense moderna”. Sanders ha prometido a los latinos "deshacer toda maldita cosa que haya hecho Trump", haciendo un importante esfuerzo por ganar el voto latino, y otras minorías, el cual no le respaldó en la elección del 2016, a pesar de que su discurso va dirigido a ellos.

Los sondeos lo ubican entre los candidatos con más posibilidades de ganar la primaria, estando hasta el mes de noviembre de segundo lugar entre los aspirantes a la candidatura demócrata.

Elizabeth Warren

A los 70 años, la senadora por el estado de Massachusetts se asomó a la carrera electoral el 31 de diciembre de 2018, cuando anunció un comité presidencial exploratorio.

Desafiando la polémica sobre sus lejanos orígenes amerindios, la ex profesora de derecho de Harvard, apodada "Pocahontas" por Trump, hizo oficial su candidatura el 2 de febrero. A la izquierda dentro del partido, construyó su reputación denunciando ante la justicia los excesos de Wall Street.

Junto a Sanders, la senadora pertenece al ala más izquierdista del partido demócrata, y su ascenso en las encuestas preocupa al Wall Street, ya que la precandidata propone un impuesto a los "ultra-ricos" que exime los primeros 50 millones de dólares en activos pero grava con un 2% anual las fortunas por encima de esa cifra y un 6% las de más de 1.000 millones, según desveló recientemente.

Warren llegó a dominar algunos sondeos nacionales a mediados de octubre de 2019, pero en las últimas semanas su candidatura he perdido fuerza, compartiendo el segundo pueto con el "Tio Bernie".

Pete Buttigieg

El joven alcalde de South Bend, Indiana, se unió a la carrera el 23 de enero con un mensaje en el que se describió como un reformista que mira al futuro, en contraste con el sombrío discurso de Trump. Si este veterano de guerra, de 37 años, ganara las primarias demócratas, se convertiría en el primer candidato presidencial abiertamente gay en Estados Unidos.

Buttigiet propone eliminar los colegios electorales y tener presidentes electos de forma directa por el voto popular. También ha propuesto aumentar el número de magistrados de la Corte Suprema y convertir en estados a Washington D.C. y a Puerto Rico. Es partidario de un sistema de salud universal, aunque está alineado con los candidatos demócratas más moderados que quieren hacerlo a través de la expansión de los programas sanitarios del gobierno, en lugar de eliminando el actual sistema de seguros privados. Él dice que la idea de ofrecer educación universitaria gratuita implica un uso regresivo del dinero recaudado a través de los impuestos a la clase trabajadora para favorecer a aquellos que ya están destinados a contar con ingresos más altos.

En la tercera semana de noviembre Pete Buttigieg lideró las preferencias demócratas en el estado de Iowa, según la encuesta divugada por CNN y Mediacom.

Los otros aspirantes

Amy Klobuchar

Ex fiscal y nieta de un minero de la industria del hierro, la senadora de 58 años fue cómodamente reelegida en noviembre de 2018 para un tercer mandato en Minnesota, donde sigue siendo muy popular, incluso en los bastiones mineros que se decantaron a favor de Trump en 2016.

Más al centro que el resto de sus competidores demócratas, apoya no obstante el derecho al aborto y la lucha contra el cambio climático, y no duda en criticar enérgicamente al presidente republicano.

Su campaña se vio empañada por una controversia por las acusaciones de que maltrataba a su equipo.

Kamala Harris

La senadora por California, que aspira a convertirse en la primera presidenta negra de Estados Unidos, anunció su candidatura el día del aniversario del nacimiento de Martin Luther King, el 21 de enero. Harris, de 54 años e hija de una investigadora en medicina india y un economista jamaiquino, fue fiscal de distrito antes de convertirse en fiscal general de California (2011-2017).

Cory Booker

Cory Booker, un carismático y mediático senador negro que a menudo es comparado con Barack Obama, anunció su candidatura el 1 de febrero con el llamado a unir al país dividido. El ex alcalde de Newark, Nueva Jersey, de 49 años, es un usuario habitual de Twitter y un buen orador. En 2016 Hillary Clinton lo contempló como compañero de fórmula. Otros candidatos también probarán su suerte en las primarias demócratas: John Delaney, de 55 años y ex miembro de la Cámara de Representantes; Andrew Yang, contratista de 44 años, y Marianne Williamson, de 66 años, autora de libros sobre desarrollo personal.

CANDIDATOS RETIRADOS

Tim Ryan

Ryan, de 45 años, fue electo en noviembre de 2002 como miembro de la Cámara de Representantes por el estado de Ohio. Ha logrado la reelección siete veces desde entonces y actualmente integra el Comité de Apropiaciones.

Lanzó su campaña para presidente planteando una plataforma de inversión en educación pública y la prestación de servicios accesibles de salud.

Un demócrata moderado, buscó sin éxito en 2016 el liderazgo demócrata de la Cámara de Representantes contra la representante de California Nancy Pelosi.

Tim Ryan terminó su campaña este octubre para buscar una reelección en el Senado.

Beto O'Rourke

El político de Texas de 46 años, ex miembro de la Cámara de Representantes, se hizo conocido por intentar arrebatarle la banca en el Senado al republicano Ted Cruz en las elecciones de medio mandato de 2018. En un estado tradicionalmente conservador, O'Rourke perdió por poco.

Casado y padre de tres hijos, dice ser "capitalista" a pesar de que la economía de Estados Unidos es "claramente imperfecta, desigual, injusta y racista", y su programa tiene una inclinación a la izquierda en temas como inmigración, clima o salud. Le gusta el diminutivo "Beto" para Robert, que surge de su infancia en su ciudad natal de El Paso, en la frontera con México.

Robert "Beto" O'Rourke abandonó la carrera en noviembre y dijo que su campaña no tenía "los medios para avanzar con éxito".


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EEUU: perspectivas para 2020. Por Sebastián Royo


Sebastián Royo / Universidad de Suffolk

¿Cuáles son las perspectivas de Trump en EEUU para los dos próximos años y sobre las elecciones de 2020?

El contexto político, económica y de política exterior

Tras las elecciones de noviembre vivimos en EEUU un momento de espera y de transición. Lo más positivo es: el crecimiento de la economía, que anualizada crece por encima del 4%; los niveles récord en la reducción del desempleo (la Reserva Federal estima que el desempleo caerá al 3,5% en el 2019); y el crecimiento de los salarios, de la bolsa y del empleo en la industria y la construcción. Además, la tarta se está repartiendo un poquito mejor, ya que los salarios para los menos cualificados también suben (en algunos estados hasta un 15% en los dos últimos años, alcanzando los 14 dólares/hora). El impacto positivo de la bajada de impuestos de 2 billones de dólares se ha hecho notar en el consumo.

Pero también hay riesgos en el horizonte. Desde el punto de vista político, la mayor incertidumbre es relativa al informe final de Mueller, que pudiese incluir elementos que permitieran un posible proceso de destitución (impeachment) del presidente Trump. Al mismo tiempo, cabe esperar una intensificación del conflicto con los Demócratas, con un Congreso dividido, con la Cámara Baja dominada por los Demócratas y el Senado por los Republicanos. Desde el punto de vista económico, las mayores preocupaciones son una posible guerra comercial con China, el impacto del Brexit, la desaceleración en el mercado inmobiliario y la creciente volatilidad de los mercados.

Hay que resaltar también que en un país que históricamente se ha caracterizado por el optimismo hay un creciente miedo al futuro. El temor al impacto de la robotización y de la Inteligencia Artificial en el empleo ocupan espacio creciente en los medios. Además, la brecha generacional se está profundizando: los jóvenes norteamericanos sufren bajos salarios, subempleo y mayores niveles de endeudamiento; un reciente graduado tiene créditos equivalentes al 75% de su salario anual, comparado con un 30% en 1990. Las encuestas muestran que esta es la primera generación que piensa que va a vivir peor que sus padres.

Desde el punto de vista político caben esperar más tensiones entre el Congreso y la Casa Blanca. Serán dos años de más disfunciones en el sistema político de EEUU, y es probable que el país se divida aún más, que haya más polarización y más parálisis (gridlock), ya que un Congreso dividido hará más difícil que progresen iniciativas legislativas y que cada vez sean más nacionalistas y miren más hacia dentro.

Los Demócratas están eufóricos tras su victoria en noviembre, pero no hay muchas razones para el triunfalismo. Por un lado, es cierto que ganaron por 8 puntos en el voto popular, que consiguieron el control de la Cámara Baja con una victoria histórica y que han conseguido aumentar la diversidad: por vez primera, más de 100 congresistas son mujeres, dos de ellas musulmanas, y muchos de ellos millennials (y que el Partido Republicano sigue siendo casi todo blanco). También han logrado que nuevos votantes fueran a las urnas, y ganaron en estados clave como Michigan y Wisconsin. Pero, al mismo tiempo, hay que resaltar que no hay razones para la complacencia: los Republicanos siguen teniendo mayoría en el Senado (y aumentaron el número de senadores Republicanos); los Demócratas no consiguieron casi victorias en el sur (perdieron Florida y Georgia); y no ganaron Ohio ni Texas (estados clave en la elección presidencial). Las elecciones han confirmado que la América rural sigue apoyando a Trump, y que los votantes de Trump le siguen siendo fiel. En definitiva, el país sigue tan dividido geográficamente como en 2016. Por último, recordar que históricamente hay poca correlación entre los resultados de una elección a mitad de mandato presidencial y una elección presidencial (Clinton, Bush y Obama las perdieron y fueron reelegidos como presidentes).

Las consecuencias de la victoria Demócrata y el control de la Cámara Baja serán notables: ahora tienen el control de los comités, y el poder de citación en investigaciones que cambiarán la balanza de poder sobre Trump. Pero hay un riesgo grande de que puedan ir demasiado lejos (no hay más que recordar el ejemplo de Newt Gingrich y Clinton en los 90: Gingrich se obsesionó con el impeachment y al final los votantes se cansaron y reeligieron a Clinton). Los Demócratas necesitan encontrar el equilibrio entre el ejercicio de control sobre la Casa Blanca y Trump, y al mismo tiempo asegurarse de que avanzan iniciativas constructivas para solucionar los problemas de los ciudadanos (como infraestructuras, el aumento del salario mínimo y la mejora del Obamacare), no sólo en expulsar a Trump de la Casa Blanca. Incluso si esas iniciativas son derrotadas en el Senado, les proporcionaría a los Demócratas una plataforma de economía populista con la que ir a las elecciones de 2020. Una estrategia de tierra quemada contra Trump les puede pasar factura en 2020.

En el exterior Trump está implementando una política proteccionista, nacionalista y conservadora por todo el mundo, y se ha producido una erosión del papel de EEUU como “policía global”. Al mismo tiempo hay que reconocer que hay una cierta continuidad con Obama en relación a Europa, pero hay una hostilidad ideológica hacia la UE y su proyecto de unión. Trump es muy crítico del superávit comercial de la UE con EEUU de 100 billones de dólares y del bajo gasto en defensa, y tiene una visión de la UE como ejemplo de globalismo que limita la soberanía nacional.

Hay puntos de encuentro con muchos Demócratas sobre Irán y China, y cada vez hay más sospechas y hostilidad hacia China por parte de tanto Republicanos como Demócratas. Pero el apoyo a las alianzas se ha convertido en otra línea divisoria entre los dos partidos: de acuerdo con una encuesta del Pew Research Center, sólo un 36% de los Republicanos piensa que EEUU debe de tener en cuenta los intereses de sus aliados si esto significa que hay que llegar a compromisos, mientras que entre los Demócratas un 74% piensan que es importante.

Trump sigue apoyando a líderes y gobiernos nacionalistas y conservadores radicales de otros países como Brasil, Italia, Hungría, Polonia, la India, Arabia Saudí e Israel. Y su Administración es mucho más vocal en su apoyo a Israel: rechazó el acuerdo nuclear con Irán y lleva a cabo una política mucho más agresiva y punitiva con dicho país, y tomó la decisión de trasladar la embajada de EEUU a Jerusalén. Pero no ha sido capaz de cambiar las dinámicas del conflicto entre israelíes y palestinos. Además, EEUU está fortaleciendo el apoyo estratégico a la India para confrontar a China, incluyendo la decisión de renombrar el Comando del Pacífico como el Comando Indo-Pacífico. Rusia sigue siendo una fuente de tensiones entre la Casa Blanca y el Congreso, pero han seguido las sanciones económicas, y hay una amenaza de salir del Tratado de Armas Nucleares Intermedias (INF, en sus siglas en inglés). En Asia hay tensiones con Japón por el proteccionismo (fuera del Acuerdo de Asociación Transpacífico), pero acuerdo en seguir con la mano dura con China. Y Latinoamérica sigue siendo casi invisible.

Por último, resaltar que un Congreso dividido hará más difícil que progresen iniciativas de política exterior como tratados o acuerdos comerciales (incluyendo el nuevo NAFTA). En cualquier caso, Trump es escéptico sobre estos acuerdos porque son manifestaciones del globalismo y la pérdida de soberanía, y no son una prioridad. Es probable que haya más proteccionismo, más nacionalismo y que se mire más hacia dentro. En relación al Brexit, el proteccionismo de EEUU hace poco probable un acuerdo de libre comercio.

En definitiva, en los dos próximos años cabe esperar más confusión e inconsistencias. Pero hay que enfatizar que algunos de estos cambios pueden ser estructurales y que no son sólo de Trump. Hay elementos de las políticas de Trump que van a perdurar, como el aumento del proteccionismo, más nacionalismo, una mayor confrontación con China –marcada por iniciativas para contrarrestar su poder creciente–, así como continuidad en relación a Europa y Oriente Medio. Y hay que recordar que hay cierto seguidismo con lo que hacía Obama, que ya se comprometió a priorizar lo doméstico y la reconstrucción del país, era crítico sobre el poco gasto en defensa de sus aliados en la OTAN, jugó un papel reducido en Siria y dejó un poco de lado Oriente Medio (pues la influencia de EEUU en esa parte del mundo sigue disminuyendo). Lo que estamos viendo en EEUU desde hace años es que hay un agotamiento por una parte significativa de los ciudadanos sobre las responsabilidades (y gastos) exteriores. Esto se intensificó con la crisis de 2008. El lenguaje puede ser distinto pero el fondo de las políticas no es tan diferente, y es muy probable que no cambien con independencia de quién esté en la Casa Blanca.

Elecciones presidenciales

En relación a las próximas elecciones presidenciales de 2020, no debe haber duda de que la reelección de Trump es posible: la economía sigue creciendo y eso es su punto fuerte, y todavía tiene un apoyo muy sólido entre sus bases. Además, no debemos minimizar una vez más el talento político de Trump, pues su personalidad abrasiva, tácticas provocadoras y dominio de los medios han calado entre millones de estadounidenses.

Pero dos años son un mundo en política: la situación económica puede empeorar (el impacto de la bajada de impuestos será menor a partir de este año), puede haber conflictos internacionales, las tensiones comerciales y geoestratégicas con China se pueden intensificar, seguimos pendientes del informe de Mueller, la inflación es un riesgo por las subidas arancelarias, el bajo desempleo y el consumo, y sigue su conflicto con la Fed por las subidas de intereses.

¿Qué cabe esperar en las elecciones presidenciales?

Por un lado, serán las primarias Demócratas más abiertas en décadas, y probablemente las que tengan un mayor número de candidatos (¡más de 30 lo están considerando!). Hay una profunda división en el partido sobre quién debe ser el candidato: ¿moderado o progresista?, ¿nuevo o con mucha experiencia? (alguien nuevo, como Obama en 2008, tiene menos votos que defender), ¿hombre o mujer?, ¿minoría?

También hay una gran división sobre la táctica más efectiva para enfrentarse a Trump. ¿Será mejor meterse en el fango con Trump, o mantenerse al margen de las provocaciones y hablar sobre el futuro? (piénsese en la famosa frase de Michelle Obama: “Cuando ellos golpean bajo, nosotros vamos alto”). Es cierto que millones de estadounidenses están agotados del cinismo y de la agresividad y que están desesperados por una política más limpia y positiva, que rompa con las divisiones y la polarización y que permita superar las líneas partidistas. Hay cada vez una preocupación mayor sobre la pérdida de civismo. Todo esto abre las puertas para el surgir de una figura unificadora que se aproveche del agotamiento por la estrategia de conflicto permanente de Trump. Pero, al mismo tiempo, hay que ser realistas y aceptar que para ganar la Casa Blanca, primero hay que ganar las primarias, y los votantes de las primarias tienden a ser más radicales y progresistas. Por ello será necesario mezclar una estrategia de confrontación con un mensaje esperanzador.

Pese a que la popularidad de Trump está en los niveles del 40%, lo que le hace vulnerable, el reto será mayúsculo porque el Partido Demócrata está muy dividido entre los moderados y los más progresistas. Muchos de los candidatos que se están postulando provienen de estados azules y no entienden al votante de Trump, y eso supone un riesgo. Y será clave movilizar a los jóvenes, las mujeres y las minorías. Los Demócratas presentaron un número récord de candidatas a las recientes elecciones legislativas y esa fue una de las claves de su éxito, sobre todo porque las mujeres constituyen la mayoría del electorado, mientras que el impacto en gran parte del país del #MeToo movement ha contribuido a movilizar al electorado femenino. La movilización será clave y una prioridad para los Demócratas debe ser restaurar el voto para millones de estadounidenses que han tenido dificultades o no han podido votar en la última elección (un ejemplo es el reciente referéndum en Florida, que va a permitir votar a 1,2 millones que tienen antecedentes penales).

La lista de posibles candidatos es cada vez mayor e incluye a nuevos y viejos conocidos: Michael Bloomberg, que no necesita recaudar fondos, Joe Biden, Beto O’Rourke, Elizabeth Warren, Corey Booker, senador por New Jersey, Hillary Clinton, Kirsten Gillibrand, senadora por Nueva York, Andrew Gillum, alcalde de Tallahassee, Kamala Harris, senadora por California, John Kerry, Eric Holder, Bernie Sanders, Amy Klobuchar, senadora por Minnesota.

Pero es muy importante recordar que todavía es muy pronto. Cuando Obama o Clinton fueron elegidos nadie pensaba en ellos a estas alturas del ciclo electoral. Seguro que salen candidatos nuevos.

¿Qué Demócrata podría ganar?

Los Demócratas necesitan a alguien que tenga un gran talento en los detalles (una de las debilidades de Trump) y que al mismo tiempo tenga la predisposición para atacar. Trump se considera el mejor contraatacante político que hay, y el candidato Demócrata necesitará estar preparado para confrontarle a cada paso. El candidato Demócrata necesitará también un gran dominio de los medios y ser capaz de presentar su historia y su programa de una forma original e ilusionante. Nuevos estudios prueban que los anuncios tradicionales ya no son tan efectivos (uno de los más innovadores y exitosos, ilusionando y movilizando al electorado pese a perder la reciente elección al senado en Texas, fue el de Beto O’Rourke con el live streaming).

Además, el candidato Demócrata tiene que aceptar que no hay límites que Trump no esté dispuesto a traspasar para ganar (el último ejemplo fue el plan que anunció en las elecciones de noviembre de quitar la ciudadanía a los hijos de inmigrantes irregulares que nazcan en EEUU), y tiene que estar dispuesto a contratacar. Al mismo tiempo, tiene que comunicarse de una forma efectiva y a la vez decir cosas nuevas, y tener la capacidad de dictar los términos de la conversación en vez de estar constantemente respondiendo y reaccionado a lo que haga Trump.

Las últimas elecciones también deben de servir para recordar al candidato Demócrata que no debe ser condescendiente ni insultar a los votantes de Trump (no todos son irracionales, ignorantes y racistas). Al contrario, debe tratar de ganárselos con propuestas que respondan a sus preocupaciones y problemas. Tiene que recordar que muchos se sienten “extranjeros en su propia tierra” y que apoyan a Trump porque lo ven como alguien de fuera del sistema (un outsider) que está dando una patada a los políticos tradicionales y a la clase dirigente (el establishment). Es por ello que alguien que no tenga un largo historial en política y que venga de fuera de Washington (gobernador, alcalde o persona del mundo de los negocios) pueda quitarle a Trump el manto de outsider que tanto le benefició en 2016.

Por último, para derrotar a Trump, el candidato Demócrata tiene que aprender de él y adoptar mucho de lo que le hace tener éxito entre sus votantes. Trump es franco, directo, consistente y muy disciplinado (pese a que a veces parezca lo contrario). Dice lo mismo que decía en la campaña y hace lo que prometió que iba a hacer (algo que pocos esperaban). El candidato Demócrata tendrá que ser también disciplinado, directo y consistente. Además, Trump proyecta una imagen de fortaleza y constancia que le hace atractivo a los votantes en un momento de miedo e incertidumbre. El candidato Demócrata tiene que proyectar la misma fortaleza y constancia. Es lo que los votantes buscan. Por último, para ganar tendrá que pasar más tiempo con propuestas que solucionen problemas de los ciudadanos que defendiendo la victoria en votos de Hillary Clinton, acusando a los rusos o insultando a Trump y a sus votantes.

¿Cuáles serán los temas clave?

El programa de salud de Obama será uno de los temas estrella de la campaña, ya que el gasto de bolsillo en salud aumentó un 8,5% el pasado año, cuatro veces más que la inflación. Otros temas serán los impuestos a los ricos, la inmigración y las políticas de identidad. Pero la economía seguirá siendo el gran caballo de batalla. Por un lado, la línea divisoria entre los trabajadores blancos de cuello azul que votan Republicano y los educados en universidades que votan Demócrata seguirá siendo muy relevante, ya que dos tercios de los trabajos mejores pagados requieren al menos dos años de universidad. Nuevos estudios muestran que el apoyo a los Demócratas se concentra en zonas que están a unos 20 minutos de los supermercados orgánicos (y caros) de Amazon Whole Foods, mientras que Trump consiguió un 76% de sus votos en condados en los que hay un Cracker Barrel. La pregunta clave en las elecciones presidenciales con un incumbente es si uno está mejor que hace cuatro años. Pienso que la economía ofrecerá una oportunidad a los Demócratas porque cada vez la brecha entre la retórica de Trump de apoyar a los desfavorecidos y las consecuencias de sus políticas serán más evidentes en los próximos dos años. Ya hay encuestas que muestran que la bajada de impuestos no le ayudó en las recientes elecciones.

Conclusiones

Las próximas elecciones serán una oportunidad para los Demócratas, pero también un reto. No será fácil derrotar a Trump. Su victoria en 2016 se basó en una mezcla de populismo económico y cultural. En las recientes elecciones de noviembre la base de su discurso ha sido el populismo cultural y, en particular, la inmigración. Hay que reconocer que pese a que a muchos no les guste, el comportamiento de Trump es aceptado por millones de votantes. Demonizarlo y centrar el mensaje en sacarlo de la Casa Blanca a cualquier precio no va a rendir mucho más electoralmente. Para conseguir la victoria, los Demócratas deben demostrar que las políticas económicas de Trump no han ayudado a la mayoría de sus votantes, que no ha cumplido sus promesas y que hay una gran brecha entre su retórica y sus prioridades y sus acciones. Y, lo más importante, deben de ofrecer un nuevo plan económico que solucione los problemas de los votantes en las amplias zonas del país en las que se sienten abandonados. Trump se centrará en movilizar a esos votantes, que le son fieles.

La mayoría de los estadounidenses apoyan políticas que mejoran su calidad de vida y, por ello, los Demócratas harán bien en concentrarse en propuestas que disminuyan las divisiones y aumenten el consenso. Por último, tienen que recordar que el Colegio Electoral sigue vigente. No vale sólo ganar el voto popular.

Los próximos dos años serán apasionantes. Si creemos que los dos últimos años fueron difíciles, no hemos visto nada todavía.


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